Domingo 25 de noviembre de 2012Diario Popular

Indicio de barbarie

Buenos Aires, 25 de noviembre de 2012 - Es casi imposible imaginar una frase más desafortunada. Pero fue dicha. En lo que fue tradicionalmente el sindicalismo peronista, nadie concibe un exabrupto más macabro. Pero fue perpetrado.

¿Fue solo un “exabrupto”? Cuando el senador Aníbal Fernández rebautizó al dirigente sindical Hugo Moyano, como “Augusto Timoteo” Moyano, ¿era consciente de la gravedad de sus palabras?

El paro del 20 de noviembre tuvo efectos considerables y a la vez evidentes. Una cantidad de sindicatos de clara impronta peronista llevaron adelante por primera vez en el kirchnerismo un paro general. Esos sindicatos y esos jerarcas sobresalían a la hora de hacerles huelga los gobiernos no peronistas. Al de Raúl Alfonsín (1983-1989), por ejemplo, los sindicatos peronistas le hicieron trece paros, el primero de ellos en septiembre de 1984, cuando el gobierno democrático no había cumplido un año de vida, tras siete años y medios de feroz dictadura militar. Al primer gobierno de Carlos Menem el paro inicial le tocó en noviembre de 1992, a 40 meses de iniciar su primer mandato. Fernando de la Rúa juro el 10 de diciembre de 1999 y ya el 24 de febrero de 2000 le hicieron la primera huelga general. 

Pero el senador Fernández consideró que el problema de Moyano es que traicionó. ¿A quién? Al Gobierno. Algo es innegable: Moyano fue aliado clave de los Kirchner desde 2003 hasta mediados del año pasado. Participó incluso activamente en la campaña oficial contra el Grupo Clarín, alzando y mostrando a los fotógrafos el triste cartelito “Clarín miente”. Deduce Fernández que la “traición” del camionero es un pecado capital y a renglón enseguida hace su deducción.

Se remonta Fernández al 30 de junio de 1969, cuando un comando terrorista asesina a balazos a Augusto Timoteo Vandor, el secretario general de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), en la propia sede del poderoso sindicato industrial. Para Fernández, Vandor fue un “traidor”. Los crímenes de la guerrilla peronista fueron numerosos y se cebaron especialmente con la tradicional y opaca dirigencia sindical de estirpe justicialista. Los asesinos de Vandor se encuadraron en Montoneros después del asesinato del general Pedro Aramburu. El mismo grupo habría asesinado al secretario general de la CGT, José Alonso, el 27 de agosto de 1970. Las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), recientemente homenajeadas en la Casa Rosada, mataron a Dirk Kloosterman, jefe del SMATA, el 22 de mayo de 1973, a tres días de la jura de Héctor Cámpora como presidente. José Ignacio Rucci cayó ante las balas montoneras el 25 de octubre de 1973. También fue Montoneros quien mató a balazos a Rogelio Coria, predecesor de Gerardo Martínez en la UOCRA, el 22 de marzo de 1974.

Es una historia terrible y sangrienta. Sin duda, hubo numerosos crímenes cometidos por bandas de asesinos protegidos por las corruptas burocracias sindicales de aquella época. El caso de la CNU de Mar del Plata es conocido, así como se conocen las andanzas que por aquella época se le atribuyen a Moyano. Pero al reflotar la idea mafiosa de “traición”, Fernández cruzó una raya delicada e irreversible. Si Moyano es Vandor y Vandor fue exterminado por aquella “juventud maravillosa”, cuyas “formaciones especiales”, Perón ensalzó y estimuló hasta el verano de 1973, ¿se aplica el carácter transitivo? Hombre vastamente psicoanalizado, como el mismo admite, ¿conoce Fernández las trampas del inconsciente? 

Lo más macabro y perjudicial para el propio Gobierno al que Fernández defiende a capa y espada, es que ha sido de la UOM de donde surgió el nuevo secretario general de la CGT cristinista. Antonio Caló fue reelecto por segunda vez secretario general de la UOM en octubre último, por unanimidad virtual (264 electores sobre 267). Enterado de las palabras de Fernández, que es senador kirchnerista por la provincia de Buenos Aires, la Lista Azul de Caló lo cruzó en una solicitada inclemente. “Fernández se hace el guapo cuando está en el poder” sostuvieron, para agregar palabras sin retorno: es un “saltimbanqui trasnochado”.

Pero el comunicado de Calo es solo aparentemente fuerte. Decir que los epítetos de Fernández fueron “agraviantes” y “ofensivos” es muy poca cosa. No alcanza. Es cierto que Caló lo trata de compañero a Moyano, así como a Vandor. ¿Ha advertido la dirigencia sindical adscripta hoy al gobierno de Cristina Fernández la naturaleza terrible de esa metáfora? 

Parece mentira pero no lo es; al compás de una repelente resurrección de la retórica incendiaria del terrorismo de los años ‘70, hasta un cuadro del más ubicuo pragmatismo todo terreno, como el senador quilmeño, se sienten cómodos para hablar como si en la Argentina viviéramos las épocas de los montoneros. Además de ser un indicio de un fuerte atraso político y cultural, no es un buen presagio para la Argentina. Todo lo contrario, es un indicio de progresiva barbarie.

© pepe eliaschev 
Publicado en Diario Popular

Pepe Eliaschev Copyright 2007 - Periodista Pepe Eliaschev