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SICHOCA, chocamos
Buenos Aires, 25 de abril de 2014 – El episodio que aparentemente ha ingresado en un cuarto intermedio, entre el Sindicato de Camioneros y las plantas siderúrgicas Ternium Siderar del Grupo Techint, tiene muchas lecciones e implica varias metáforas jugosas sobre el devenir argentino.
Lo primero que corresponde decir es que el sindicato manejado históricamente por Hugo y ahora Pablo Moyano ha recurrido a la técnica de los bloqueos bajo la forma de piquetes, a lo largo de los años. No es la primera ocasión, ni mucho menos, y me temo que no será la última. En este caso, la idea era, al menos para presentarlo así a la opinión pública, reclamar por el supuesto despido de 17 trabajadores que no formaban parte del plantel laboral del Grupo Techint, sino que -por el contrario- habían trabajado para una empresa diferente, llamada Vilatella y Valls, que está en el proceso judicial de concurso preventivo de acreedores desde hace ya dos años.
Esta empresa tercerizaba trabajos de Ternium Siderar como transportista, algo muy habitual en muchas ramas de la producción. La doctrina y la ideología camionera ha sido que todo ser humano que trabaje en algo que tenga, por lo menos, dos ruedas, debe ser representado sindicalmente por ellos, no importa quien lo haya contratado. Así fue como avanzaron sobre los repositores de los supermercados y cualquier otra actividad que permitiera una remota y hasta extravagante conexión con los camioneros. Esto implicó una infinidad de conflictos que, normalmente, fueron ganados por el Sindicato de Camioneros recurriendo a su herramienta infaltable e inexorable: el bloqueo.
Efectivamente, tres o cuatro de esos mastodontes de 16 y 20 neumáticos que hoy recorren las rutas argentinas, alcanzan para bloquear cualquier planta fabril. El argumento reiterado del Sindicato, hoy y ayer, ha sido que no era un piquete, ni un bloqueo, sino una huelga, ejecutada clausurando de hecho las puertas de las fábricas, impidiendo la entrada y salida de mercadería y haciendo colapsar la actividad productiva.
En este caso, estoy en condiciones de decir que el bloqueo de la planta de Ternium Siderar es el resultado de un conflicto monetario en el cual lo que reclama el Sindicato de Camioneros es quién se va a hacer cargo de las cuotas sindicales que dejó adeudadas la firma concursada, Vilatella y Valls. Se habla de un saldo deudor de siete millones de pesos que el Sindicato de Camioneros quiere cobrar. Como la firma concursada no lo puede pagar, el Sindicato quiere que lo pague Ternium Siderar. Ésta es, según mi leal saber y entender la naturaleza de la cuestión. Que hayan ingresado, en estas últimas horas, a un período de tregua, revela las características esencialmente extorsivas de este tipo de medidas. L
Lo que impresiona es que la metodología del Sindicato de Camioneros ha sido la misma antes, durante y después de sus acercamientos y alejamientos del grupo gobernante. Aplicaron, Hugo Moyano y su gente, esta metodología en reiteradas ocasiones. Sin embargo, hay grupos de medios de comunicación que parecen haber olvidado la peligrosidad del método moyanista, que se aplicó incluso contra plantas editoriales, impidiendo la circulación de diarios, apuñalando la libertad de expresión. No es Moyano el que ha cambiado. Tampoco es su hijo Pablo. El SICHOCA –abreviación que parece un chiste pero efectivamente es la sigla del sindicato- viene aplicando esta técnica con éxito hace años, montado sobre la permisividad que le ofreció un Gobierno, para el que cualquier medida es legal en tanto y en cuanto se alegue que es representación de los intereses de los trabajadores.
Es particularmente bizarro que, como corolario de todo esto, Pablo Moyano haya declarado que los responsables del bloqueo no eran los camioneros, sino La Cámpora, algo que permite formularse algunas preguntas: ¿La Cámpora maneja ahora el grupo de Paolo Rocca? ¿La Cámpora maneja acaso al Sindicato de Camioneros, SICHOCA? ¿O es un recurso retórico fácil de mencionar sin necesidad de certificar nada?
Como quiera que sea, estas tropelías convierten a la Argentina en un país jurídicamente peligroso, donde, con el pretexto de permitir la exteriorización de la conflictividad social, durante largos años se han tolerado, aceptado y naturalizado numerosas medidas claramente ilegales. Se convirtió en una especie de tabú defender la propiedad privada.
La gran batalla cultural ganada por cierto sedicente “progresismo” es que la defensa de la iniciativa privada es en la Argentina algo reaccionario y antipopular. ¿Adónde lleva ese camino? ¿Qué desenlace tiene? ¿Cuáles son sus consecuencias? Son preguntas de fácil respuesta: cuando se abren las jaulas del infierno, es muy difícil volver a cerrarlas La técnica de manipular los conflictos sociales, jaqueando permanentemente garantías jurídicas y normas que aseguran la preservación de la propiedad privada, termina generando un caos, una anomia que subvierte las pautas más elementales de la paz social.
Esto es lo que está pasando y es una muy buena ocasión para que algunos que se han solazado de la compañía eventual, como camarada de ruta, de Moyano y su familia, adviertan que estaban jugando con fuego: hoy bloquean fábricas; ayer, bloquearon diarios.
Alguien tiene que explicarle al Gobierno que su pasividad infernal para con las transgresiones habrá de llevar, como lo está llevando al país, una vez, a la ruptura del blindaje jurídico, dejando una sociedad hecha pedazos.
© Pepe Eliaschev
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