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Domingo 11 de mayo de 2014Diario Popular

Todos toman, nadie pone

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Buenos Aires, 11 de mayo de 2014 - Cambiante y a menudo enigmático hasta el disparate, el escenario rota alrededor de su propio eje. Todos van y vienen, aunque algunos más que otros y -eso sí- cada tribu lo hace desde sus propios infiernos particulares.

¿Para que, por ejemplo, la izquierda del flamante Frente Amplio Unen (FAU), se precipita a descerrajar un manifiesto público condenando toda posibilidad de acercamiento a Mauricio Macri y su partido? Cuando se leen las firmas del llamamiento del grupo, el asombro es inevitable. Aparecen Pino Solanas, los cordobeses Luis Juez y Norma Morandini, el socialista Rubén Giustiniani, el 'margarito' Jaime Linares, el correntino Nito Artaza, Humberto Tumini, Mario Mazzitelli, Alcira Argumedo y Victoria Donda.

Representan claramente la minoría del FAU, con el añadido de que Artaza no ocupa ningún cargo de relieve en la UCR, a cuyas autoridades desafía desde hace años y hasta ha llegado a asociarse con la Casa Rosada para morderle los tobillos a Ricardo Colombi que es hoy el único gobernador que tiene el radicalismo. Ausentes sin aviso las figuras mayores, los presidenciales: Hermes Binner, Ernesto Sanz, Julio Cobos y Elisa Carrió. Hay una sola respuesta: la izquierda del FAU alude a su amplitud pero opta por una supuesta pureza. 'No le hace bien a la democracia ni a la república confundir a la ciudadanía: emparentar al Frente Amplio-UNEN con PRO alimentaría un circuito de superficialidad en el que supuestamente todo da lo mismo' apostrofan. Pero el comentario no carece de insidia: ¿qué quiere decir 'emparentar'?

Para la izquierda del FAU lo que corresponde es esculpir en piedra la silueta nítida de un blindaje doctrinario. En tanto se consideran el verdadero progresismo, quieren edificar una variante 'auténtica' de centro izquierda no contaminada de neoliberalismo y virulentamente confrontada con la economía de mercado. Que políticos de acreditada veteranía (como Giustiniani, Juez o el mismo Solanas) acepten firmar algo con Artaza, un personaje más pintoresco que interesante y que resulta por lo menos urticante para la UCR, revela la dimensión de la apuesta 'purificadora' y su decisión de jaquear al apenas nacido FAU con hipotecas ideológicas. El correntino ha sido un misil sin guía durante muchos años y siempre optó por jugar la propia en base a sus ambiciones de comarca.

Pero si en el FAU se cuecen habas, no brilla por su claridad el proyecto de Macri, recientemente afanado en concertar acciones con Cristina Kirchner. Es curioso: la izquierda del FAU torpedea una alianza anti kirchnerista que incluya al macrismo, mientras que Macri viene conduciendo operaciones acotadas, pero reveladoras, de proximidad con el gobierno nacional. Curioso y además enloquecedor: se dispara contra una FAU supuestamente derechizado (un obvio disparate), mientras la supuesta 'derecha neoliberal' (Macri) se esfuerza por acordar políticas con lo que solía identificar como populismo. Algo raro e inquietante sucede en ambas fuerzas. En el FAU se dan cita personas inteligentes, políticamente cultas y democráticas (Prat-Gay, Lousteau) con remanentes de una muy arcaica izquierda, que no ha saldado sus propias cuentas con los años Setenta.

Macri es un hombre simultáneamente cauteloso y audaz. Necesita imperiosamente acreditar sus diferencias del gobernante modelo 'nacional y popular' y de esa manera se propone hacer valer su ventaja única y decisiva: la diferencia que habría entre él y las opciones políticas más tradicionales. Pero resiente mucho que el kirchnerismo no lo deja concluir con brillo sus ocho años como Jefe de Gobierno. Por eso, ante el implacable estilo kirchnerista (que lo viene estigmatizando desde 2007) decidió jugar a fondo la carta del dialogo y el acuerdo con el Gobierno.

La pena es que para concretar esa estrategia, eligió cuestiones que, al margen de su muy leve importancia, revisten gran fuerza simbólica. Haber votado junto al kirchnerismo en la Legislatura de la Ciudad el paso de jurisdicción de los centros de detención ilegal de la dictadura para que sean manejados por la Casa Rosada, ha sido una píldora amarga y de espinosa digestión. También admitió Macri que la presidenta se llevara puesta la estatua de Cristóbal Colón a espaldas de la Casa Rosada. Apasionado por el revisionismo histórico y por el incesante retorno al pasado, el kirchnerismo se queda con el aparato museístico de lo que pasó hace cuarenta años (ESMA) o hace cinco siglos (Cristóbal Colón reemplazado por Juana Azurduy). A Macri no le importan esas batallas de ideas, por eso jamás se interesó en involucrarse en lo que sí es de la Ciudad, el Parque de la Memoria, de Costanera Norte, al que las autoridades porteñas nunca consiguieron conducir, un cenotafio donde decenas de guerrilleros que se levantaron en armas contra el gobierno legitimo y legal de Perón son homenajeados como 'víctimas del terror de estado'. Al macrismo esas cosas no le interesan, y por eso renuncia a ellas con displicencia un poco cínica, para que las maneje el kirchnerismo.

Ambos espacios tienen por delante un camino extenso de definiciones. Confrontan dilemas y tareas colosales. Macri debe redefinir con claridad su capacidad de ser otra cosa, en un país en el que el peronismo ha gobernado desde 1989, salvo el fugaz bienio de la Alianza. Esa redefinición no va a ser indolora y gratuita, pero su sinuosa empatía con el Gobierno no pasa inadvertida, como sucede con el gobierno de Antonio Bonfatti en Santa Fe. En el FAU, en cambio, el problema es inverso; por pretender ser virulentamente autárquico, corre el peligro de ser una ocasional bocanada de purismo minoritario. Son cuestiones a observar de cerca en el futuro inmediato.

© Pepe Eliaschev
Publicado en Diario Popular

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